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lunes, 14 de mayo de 2018

Festival de Eurovision 2018: paz, amor, lágrimas y una gallina.



https://en.wikipedia.org/wiki/Eurovision_Song_Contest_2018Ya contábamos aquí como una balada romántica de Salvador Sobral se alzó con la primera victoria para Portugal en el Festival de Eurovisión de 2017 y, con el premio en la mano, declaraba que “la música no son fuegos artificiales, la música es sentimiento y tiene que decir algo”.

Quizá esto devolvió la fe en un festival que parecía haber olvidado la música y haberse centrado en un show cegador, repleto de parafernalia y distracciones.

España envió a la joven pareja formada por Amaia y Alfred con Tu canción. Cantarle al primer amor con dulzura y ensoñación podía resultar demasiado azucarado para algunos y hasta aburrido para otros, pero logró emocionar a la mayoría de los españoles. La puesta en escena no podía ser más sencilla, tan solo con luces y las linternas de los móviles del público como un cielo plagado de estrellas. Muchos la calificaron de sosa y otros de intimista. Les tocó actuar en segundo lugar, el llamado “puesto maldito”, pues nadie que haya arrancado de esa posición ha logrado la victoria en toda la historia del festival. A pesar de la inocencia que desprendía Tu canción, a pesar de que el público español esperaba un beso final que nunca llegó, la BBC preguntó en sus redes cómo se decía en español "idos a un hotel".

http://cadenaser.com/ser/2018/05/11/television/1526045484_553831.html
Amaia y Alfred durante su actuación.

Otra apuesta por el amor que fue calificada de almibarada fue la de Lituania, cuya cantante, sentada en el escenario, acompañada por conmovedores hologramas de parejas desde la niñez a la vejez, solo  se levantó para acercarse a su marido, abrazarlo y romper a llorar.

No fue la única que lloró, ya que la cantante portuguesa apenas pudo terminar su balada por la emoción y las lágrimas.

Y sin reponernos aún de tanta melancolía y tristeza, nos encontramos con los ojos vidriosos y el llanto contenido del cantante alemán, Michael Schulte, que interpretaba una de las mejores y más conmovedoras canciones de la noche, You let me walk alone, dedicada a su padre que falleció cuando él era solo un niño y que lo dejó “caminando solo”. También a los que se fueron dedicó su canción Albania.

Casi al final del festival hicieron su aparición los cantantes de Irlanda, país que más victorias (siete) ha alcanzado en el palmarés de Eurovisión y que decidieron que era buena idea cantar una balada romántica con la chica al piano y el chico a la guitarra (como se había barajado que podría hacer España) y con nieve mecida por la brisa como se había visto en el vídeo musical de la canción española. Fue calificada como la puesta en escena más bonita de la noche. Cosas del destino, ellos cosecharon muchos más votos que Tu Canción.

http://www.abc.es/play/television/eurovision/abci-eurovision-alfred-amaia-harry-potter-201805051629_noticia.html
Un momento de la sobria puesta en escena de la canción española.

Espectaculares fueron la canción y la puesta en escena de Estonia con la cantante lírica Elina Nechayeva cantando a La forza del amor en italiano, con un vestido de 65.000 euros y ocho kilos de peso sobre el que se proyectaban las más bellas imágenes.

Mensajes de paz y humanidad se lanzaba también desde Francia con Mercy, el nombre real de un bebé que nació cuando su madre intentaba llegar como inmigrante ilegal a Europa.

En un hecho histórico se basaba la canción de Dinamarca que con las velas al viento secundaban la postura del antiguo noble vikingo Magnus Erlendsson que se negó a blandir la espada en la batalla de Anglesey Sound (1098) porque creía que los conflictos podían ser resueltos sin violencia.

Italia, cerraba las actuaciones de la noche, con los ganadores del festival de Sanremo, aquel que inspiró la creación de Eurovisión, repitiendo Non mi avete fatto niente (no me has hecho nada), hablando de lo absurdo de la guerra y subtitulando su canción en muchos idiomas, para que su mensaje llegara a todas partes.

La reivindicación más llamativa vino de la mano de Israel con su Toy donde Netta comenzaba cacareando e imitando a una gallina para, luego, dejar claro su mensaje feminista y contra el bullying, gritando “no soy tu juguete, chico estúpido”, entre música repetitiva y atuendo estrafalario. Era la favorita de la noche.

Pero no todo iba a ser lágrimas y mensajes de paz y amor. También había lugar para el espectáculo, el baile y los fuegos artificiales en el Altice Arena de Lisboa. Así lo entendió Alexander Rybak representante de Noruega que ya ganó en 2009 con su famoso violín y su canción Fairytale y que buscaba repetir la victoria este año con That’s How You Write a Song contestando a las miles de cartas que le habían llegado pidiendo consejos sobre cómo escribir una canción. Un juego de puertas imposibles y un look pasado de moda presentaba Moldavia que esperaba que aquel fuera su día de suerte. Un vampiro ucraniano que se levantaba del interior del piano y lo envolvía en llamas abrió el festival. La espectacularidad de las actuaciones al más puro estilo Beyonce o Jennifer López que sumaron puntos para Australia y Chipre nos hacían llegar casi al final de la gala. El salto mortal (nunca mejor dicho) lo dio el  cantante de la República Checa que acabó en el hospital tras uno de los ensayos, pero que finalmente pudo entonar su Lie to me.

Hubo de todo, desde ópera, pop, folk, rock, country hasta heavy. Pero el incidente de la noche lo protagonizó un espontáneo cuando le arrebataba el micrófono a SuRie, cantante de Reino Unido,  mientras interpretaba su preciosa Storm. La británica declinó la invitación de repetir su actuación.

https://en.wikipedia.org/wiki/Eurovision_Song_Contest_2018
Cuatro mujeres presentaron la gala: Daniela Ruah,
Silvia Alberto,Catarina Furtado y Filomena Cautela.
Y mientras se esperaba que llegasen las votaciones, Salvador Sobral apareció en el escenario, bastante mejorado y con muy buen aspecto, para cantar con su admirado Caetano Veloso Amar pelos dois.

Los favoritos de la noche fueron Israel, Chipre, Alemania, Francia e Italia. Cuando España presentó su candidatura, se colocó en cuarta posición en las casas de apuestas, pero tras los ensayos acabó cayendo hasta el puesto 19.

El jurado profesional dio la sorpresa al colocar en lo más alto de la clasificación a Austria y Suecia. Cesar Sampson (Austria) acarició la victoria en varias ocasiones a lo largo de la noche tras sorprender con su tono góspel y su canción Nobody but you, quedando finalmente en tercera posición. Y Benjamin Ingrosso (Suecia) con su canción disco Dance you off y su cuidada puesta en escena descendió al  séptimo puesto tras sumarse el televoto del público. Y es que los telespectadores lo tenían claro desde el principio. La espectacular Eleni Foureira (Chipre) con su Fuego, compuesta por los mismos músicos que escriben para Jennifer López, deslumbró al público, pero no consiguió arrebatarle la victoria a Netta con su Toy y fue Israel quien se alzó con el triunfo barriendo a sus rivales. La estrambótica Netta recogió el micrófono de cristal de manos de un Salvador Sobral neutro que unos días antes había confesado públicamente que Toy le parecía “una canción horrible”. Y es que, en realidad, para reivindicar algo no es necesario hacerlo de forma llamativamente estrafalaria, porque se corre el peligro de convertir en superficial un mensaje profundo. Todo el mundo conoce ya el tema de Netta como el baile de “la gallina”…


https://es.wikipedia.org/wiki/Festival_de_la_Canci%C3%B3n_de_Eurovisi%C3%B3n_2018
Los participantes de Eurovisión 2018.

Amaia y Alfred recibieron 61 puntos (solo 18 del televoto) y quedaron en la posición 23 de 26 países. Amaia, tan espontánea y sincera como siempre, afirmó que “es una posición de mierda”, pero que estaban contentos con la actuación y Alfred declaró que siempre habían dicho que les daba igual el puesto en el que quedaran. Tras nuestra derrota no han faltado las voces que declaraban que Lo malo de Aitana y Ana Guerra habría hecho mejor papel en el festival.

Portugal cerró la lista pasando de primer puesto y record de votos en 2017 a última posición con 39 puntos en 2018.

¿Qué impresión dará ver en los futuros recopilatorios de las canciones vencedoras de Eurovisión Amar pelos dois en 2017 seguida de Toy en 2018? ¡Menudo cambio!


Este fue el resultado final del festival de Eurovisión 2018:

1.    Israel. Toy. Netta.
2.    Chipre. Fuego. Eleni Foureira.
3.    Austria. Nobody but you. Cesár Sampson.
4.    Alemania. You let me walk alone. Michael Schulte.
5.    Italia. Non mi avete fatto niente. Erma meta y Fabrizio Moro.
6.    República Checa. Lie to me. Mikolas Josef.
7.    Suecia. Dance you off. Benjamin Ingrosso.
8.    Estonia. La forza. Elina Nechayeva.
9.    Dinamarca. Higher Ground. Rasmussen.
10.Moldavia. My lucky day. DoReDoS.

http://www.rtve.es/television/20180513/israel-baile-gallina-ganan-eurovision/1732440.shtml
Tabla con los resultados finales de las votaciones.


viernes, 4 de mayo de 2018

Diario de viaje: Albufeira, Lisboa y Cascais V. Cascais y regreso a Lisboa.



Lee las anteriores partes del diario de viaje a Portugal:  parte I (viaje y llegada a Albufeira), parte II (llegada a Lisboa y catedral), parte III (Lisboa) y parte IV (Belém y sus maravillosos monumentos).

Cascáis no es un modelo de coche.

Cuando Mariví me dijo que quería ir a Cascáis la expresión de mi rostro debió de ser un poema. Me da vergüenza admitirlo, pero yo no sabía que Cascáis existía. El nombre me sonó al modelo de un coche que anuncian por televisión y que yo no pensaba comprarme por superstición, porque no iba a montarme en un vehículo que se llamara Cascáis, de “cascarla”.

Cascáis es una preciosa villa a orillas del mar con una fortaleza y varios palacios, muy cerca de Estoril. (Estoril sí que la conozco). Lo llaman “La Costa del Sol portuguesa”. Caminamos por las calles y nos hicimos fotos en sus palacios. Me dio la impresión de ser un sitio muy pintoresco y romántico, hasta el punto de no comprender quién se iba a Estoril pudiendo quedarse allí.

Un puentecito marcaba la entrada a uno de los palacios y cuando subía la marea el agua pasaba por debajo de él hasta acariciar las rocas a los pies del edificio. Los antiguos habitantes solo tenían que bajar hasta el último escalón para acariciar el agua sin mojarse los pies.

Cascais.

Cascais.
Nos sentamos en  la Praia de los Pescadores  y nos comimos los pasteles de Belém. Había por allí unas mujeres que vendían pulseras de conchas y artesanía. No pudimos resistir la tentación y compramos varias para nosotras y nuestras amigas. Preciosas conchitas nacaradas ensartadas en elástico que varios días después, y ya en España, vimos en una tienda de los chinos a módico precio. ¡Artesanía de Cascais made in China!

¡Ah! Por supuesto Cascáis estaba repleta de españoles.




¡Por fin!

Nuestra apretada agenda no nos había permitido, hasta el momento, montarnos en ningún tranvía y eso que yo no olvidaba los saltos de alegría que había dado al verlos en “vivo y en directo”. No podía marcharme de Lisboa sin haber estado en uno.

Uno de los tranvías de Lisboa.
Regresamos con el firme propósito de subir en el primer tranvía que viéramos sin importar su destino y así lo hicimos. Era de madera brillante y producía un extraño sonido en su traqueteo habitual por las calles empedradas de la ciudad. Había pocas personas y debieron sorprenderse porque no parábamos de hacernos fotos sentadas aquí y allá. El trayecto fue corto, pasamos por la preciosa Praça del Comércio y nos detuvimos unos metros más allá. Era la última parada y nos pillaba de camino al hotel. Increíblemente habíamos acertado sin pretenderlo en la misma medida en la que nos habíamos equivocado al ir a Cascáis.

Una de las visitas obligadas de Lisboa son los elevadores. Hay dos clases: los que son como tranvías que solo hacen el recorrido de una calle subiendo hacia los barrios altos de la ciudad, y los que son torres donde puedes contemplar Lisboa desde las alturas.

El famoso elevador de Santa Justa.

Detalle de las puertas del
elevador de Santa Justa.
Tuvimos la suerte de conseguir montarnos en el más famoso de todos: el elevador de Santa Justa. Además fuimos doblemente afortunados pues era el último “viaje” de la noche y así nos lo advirtió la ascensorista en un perfecto castellano. Creo que casi todos los que subimos en aquel tardío viaje éramos españoles y resultaba extraño el ambiente familiar en contraste con el lugar desconocido. Nos subimos a un ascensor antiguo, de los que la empleada tiene que cerrar una reja y darle a una palanca para que nos elevemos. Nuestra tarjeta de viajes del día nos permitió subir gratis al tranvía y al elevador. Vimos Lisboa desde las alturas, en plena noche, con un viento helado a nuestro alrededor. Solo diez minutos y un montón de fotografías oscuras después estábamos ya en la calle. Pero estábamos felices.

Vistas desde el elevador de Santa Justa.


¡Sorpresa!

Antes de volver al hotel pasamos por un supermercado “Continente” y nos entretuvimos en debatir si sería del grupo que originariamente tenía ese nombre y que se “fusionó” con Pryca creando Carrefour o, simplemente, era un grupo distinto que se había aprovechado del nombre para ganar clientela. Cuando pasábamos por cualquier supermercado comprábamos latas de paté de sardina, que habíamos probado con asco en Albuferia y que nos había conquistado totalmente.

Ya en el hotel, las chicas nos reunimos en pijama para cenar en nuestra habitación. Estábamos cansadas del largo día y de las maravillas que habíamos visto. De repente unos pasos se oyeron fuera de la habitación y un ruido en la puerta nos hizo guardar silencio. Desde el primer instante supe que estaban “forzando” la cerradura para entrar en la habitación, quizá creyendo que aún estábamos de excursión. Mi fértil imaginación voló, pero no llegó a alcanzar la verdadera razón de aquel ruido. Nadie intentaba forzar nuestra cerradura, de hecho tenían llave, una tarjeta plástica con los mismos agujeritos troquelados y el mismo número de habitación. La puerta se abrió, un viajero dio unos pasos mirando al botones que iba tras él y llevaba su maleta.

-Obrigado- decía cuando la palabra se le congeló en la boca al ver a tres señoritas en pijama en “su” habitación.

Menos mal que el huésped no poseía una fértil imaginación capaz de pensar que las chicas iban incluidas en el servicio y se quedó tan sorprendido como nosotras. Un silencio se hizo entre todos los presentes mientras el botones asomaba la cabeza para averiguar por qué el cliente se había quedado congelado. Cuando nos vio, palideció, se deshizo en disculpas y se marchó con viento fresco, con el visitante y la maleta incluidos.

Nosotras atrancamos la puerta poniendo una silla en el pomo y así dormimos toda la noche sin estar del todo tranquilas.

La Lisboa moderna.


La Expo 98

Lo primero que me asaltó por la mañana fue una voz masculina que hablaba en portugués. Era la televisión que había vuelto a encenderse sola. Miramos la hora, pero no coincidía con la del día anterior, por lo que descartamos que estuviera programada.

-Os han dado una habitación con fantasma- se rió Mariví a la mañana siguiente cuando le contamos lo ocurrido con la tele.
Edificios de la Expo 98.


Quería irme del hotel, pero no quería irme de Lisboa. Me encanta esa ciudad y me despedí de ella con tristeza.

Antes de marcharnos estuvimos en el centro comercial Vasco da Gama junto a la Lisboa moderna y justo enfrente de donde se celebró la Expo 98. El Parque de las Naciones es grande y precioso. Las banderas se alinean interminablemente y un teleférico ofrece hermosas vistas.


Parque de las Naciones.

Lee la última parte del viaje en Diario de viaje: Albufeira, Lisboa y Cascais VI. De regreso a España.