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martes, 19 de diciembre de 2017

La batalla de la vida. Charles Dickens.


El enorme éxito que Dickens había cosechado con sus libros de Navidad los años anteriores le llevaron a publicar una nueva novela corta en 1846. Se había convertido ya en una tradición y el autor no podía faltar a su cita anual.

Después de Canción de Navidad (1843), Las campanas (1844) y El Grillo del Hogar (1845), llegó La batalla de la vida. Una historia de amor (1846), que junto al posterior El hechizado (1848), completaría los llamados Cuentos de Navidad que se recopilaron en 1852.

La batalla de la vida la escribió en Suiza, en una época en la que el país vivía inmerso en batallas religiosas y, aprovechó para criticar las guerras y calificarlas de absurdas. Al autor le parecen más importantes las batallas del día a día, los sacrificios personales y actos de heroísmo de la gente corriente en el devenir de la vida y así lo pone en boca de sus personajes.

"Cuentos de Navidad".
Edición conmemorativa del bicentenario de Dickens.
Ilustración de "La batalla de la vida" por Javier Olivares.
Fotografía gentileza de Ángeles.

De nuevo el tema del hogar, la familia, el amor, el reencuentro y el perdón se dan cita en esta obra, pero ya no queda rastro de la feroz denuncia social que destilaban Canción de Navidad y Las campanas. Además, esta historia se desarrolla a lo largo de varios años, con lo que solo una escena está ambientada en Navidad.

Falta aquí uno de los elementos favoritos del autor: lo sobrenatural. Aunque le había dado muy buen resultado en sus obras anteriores, donde los fantasmas, duendes o hadas habían poblado las historias desencadenando la trama o dando un giro argumental de vital importancia, decide no incluirlo en La batalla de la vida. Esto resulta perjudicial, como el mismo Dickens reconoció tiempo después.

La obra vendió más de 20.000 ejemplares el día de su publicación, precisamente por el interés que tenían los lectores por continuar la nueva tradición de un cuento dickensiano cada Navidad, pero la obra no colmó las expectativas del público y la crítica le fue desfavorable. Las ventas cayeron rápidamente y la novela fue olvidada en poco tiempo, convirtiéndose en uno de los libros menos conocidos de Dickens.

La historia comienza como los cuentos clásicos: hace mucho tiempo. Y es que hace mucho tiempo, en un lugar rural de Inglaterra, hubo una batalla histórica que tiñó la tierra de sangre. Los combatientes ni siquiera sabían por qué luchaban, pero se dejaron la vida en aquella guerra. Allí, en el campo de batalla, quedaron cientos de cadáveres de hombres y caballos que los vientos barrieron y el tiempo enterró. Pasaron los años y volvió a crecer la hierba, volvieron a sembrarse cosechas que los habitantes del pueblo miraban con recelo. Cada cierto tiempo, el arado tropezaba con vestigios de la contienda, cascos o escudos. Los relatos se transmitían de generación en generación, pero cada vez eran más cortos y parcos en detalles, hasta que se borró toda memoria de lo acontecido y si, alguna vez, aparecía un trozo de metal oxidado, nadie sabía qué podía haber sido o que utilidad había tenido en el pasado.

"La batalla de la vida". Edición de 1866.
Ilustrador C. Standfield.

Sobre aquel antiquísimo campo de batalla se levanta la casa y el huerto del doctor Jeddler, un gran profesional que tiene una particular filosofía de vida: afirma que la existencia no es más que una farsa que hay que tomarse a broma. El viejo viudo vive con sus dos encantadoras hijas, Grace y Marion, y sus dos sirvientes Clemency Newcome y Ben Britain. Clemency, también tiene su curiosa forma de ver la vida y esta se limita a seguir los lemas que llevan escritos su antiguo dedal, “olvida y perdona” y su rallador de nuez moscada, “haz lo que quisieras que te hicieran a ti”.

Grace, la mayor de las hermanas, pese a llevarse pocos años con Marion, ha cargado sobre sus hombros la responsabilidad de criarla como si fuera su propia hija y le profesa un amor incondicional. La jovencita Marion, corresponde a Grace con el mismo fervor y admiración. No hay dos hermanas en el mundo que se quieran tanto como las hijas del doctor Jeddler.

Es el día del cumpleaños de Marion, y las dos muchachas bailan con la música de los artistas que ha contratado su prometido, Alfred Hearthfield. Alfred ha sido pupilo del doctor Jeddler, pero ahora tiene que ausentarse tres años para terminar sus estudios de medicina en el extranjero. Acaba aquí la misión de administrador de la herencia que los padres de Alfred habían encomendado al doctor Jeddler y los abogados Snitchey y Craggs estan presentes para la firma de documentos.

El médico recuerda que tal día como aquel se libró allí mismo, hacía mucho tiempo, una absurda batalla. Alfred afirma que el verdadero campo de batalla es la vida y donde hay que luchar cada día. Después se despide de todos, dejando a Marion bajo los cuidados de Grace, a la que llama hermana, y promete volver para casarse con la jovencita.

Grace y Marion según ilustración de
D. Maclise para la edición de 1866.

Pasa el tiempo y en el despacho de Snitchey y Craggs se encuentra el señor Michael Warden, que hasta el momento había llevado una existencia disipada y derrochadora. Pero el señor Warden está decidido a reformarse y empezar una nueva vida en el extranjero con la mujer a la que ama. Ante el asombro de los abogados, confiesa que se ha enamorado de Marion y que se las ha arreglado para pasar seis semanas alojado en su casa reponiéndose de las, sospechosamente frecuentes, caídas de su desbocado caballo. Alberga esperanzas de que la muchacha esté arrepentida de su compromiso con Alfred y decida marcharse con él. Los abogados se indignan ante los propósitos de Warden, pero resuelven guardar silencio.

Una noche Clemency descubre a Marion hablando a escondidas en el jardín con Warden, pero decide no delatarla ante su familia.

El doctor Jaddle prepara una gran fiesta de Navidad para celebrar el regreso de su futuro yerno. Hay comida, música, luces, adornos y multitud de invitados, entre los que se encuentran los abogados Snitchey y Craggs que ya respiran tranquilos al creer que Warden se ha marchado al extranjero renunciando al amor de Marion.

Alfred llega de su largo viaje en el mismo momento que un grito desgarrador sale de la casa. Es Grace que corre aturdida y desesperada. Cuando Alfred la toma entre sus brazos y le pregunta qué ocurre, la joven cae desmayada. El doctor Jaddle trae una carta en sus manos: Marion se ha fugado, pide perdón y suplica que se respete su decisión inocente e irreprochable. Alfred ve caer la nieve mientras piensa lo pronto que se borraran las huellas de Marion y quizá su recuerdo.


No será hasta seis años después cuando todos conozcan el acto de sacrificio personal y amor incondicional que llevó a Marion a alejarse de su casa y de las personas que más quería... 


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