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jueves, 18 de diciembre de 2014

Isabel: de la Historia a la televisión I


Como decíamos aquí la Historia debe ser objetiva pero, por desgracia, pocas veces lo es. La visión que cada bando ha dado de los acontecimientos de su tiempo y la visión propia de la mentalidad que cada época ha otorgado a los hechos históricos dificultan enormemente la tarea del historiador.

Hay personas que han sido decisivas en la Historia, que han cambiado el rumbo de los acontecimientos; sin ellas, sin su determinación, el mundo sería otro. A estas personas se les suele reconocer el mérito que tienen y darles la importancia que merecen, pero cada época las juzga desde su punto de vista, de la idea del bien y del mal que impere en ese periodo, de lo “políticamente correcto”, o simplemente de lo que conviene en ese instante. Y  en todo momento los he llamado personas y no personajes, porque eso fueron: personas. Antes de que sus nombres quedaran grabados en los libros de Historia, antes de que se fraguase su fama, antes de que tomaran esta o aquella determinación que cambió el rumbo del mundo, por encima de todo eso eran personas. Tuvieron sus dudas, sus miedos, sus alegrías, sus tristezas, sus contradicciones, sus aciertos y sus errores. Sobre todo tuvieron sus luces y sus sombras, ambas, por más que en diferentes épocas se haya querido mostrar solo una de ellas. ¿Cuál predominó? ¿Cómo podemos saberlo? Hallaremos cientos de libros que hablen del personaje histórico pero pocas veces hablaran de la persona. Esa parte es demasiado difícil de tratar.

En la actualidad, en diversos países, la ficción televisiva ha dado cuerpo y alma a los personajes históricos más importantes y los ha acercado a los espectadores. En España parecía que eso nos daba más pudor, o quizá más temor a que el público no se mostrara interesado en la historia que nos querían contar. Pero ¿por qué habría de importarnos más la historia de los Tudor que la de los Reyes Católicos? ¿Sería un hándicap que la cantidad de hechos históricos que se precipitaron en aquella época fueran tan bien conocidos por la mayoría de los españoles? ¿Quizá el hecho de que los Reyes Católicos fueran “santificados” durante un tiempo, para luego demonizarlos, pudiera herir más de una sensibilidad?

Alcázar de Segovia. Isabel vivió allí en diferentes periodos de su vida.

Lo cierto es que la serie “Isabel” se rodó. Y estaba dispuesta a dar un punto de vista diferente sobre la reina más famosa de nuestra Historia. Querían centrarse en la persona, en la lucha de esa mujer por llevar las riendas de su destino en un mundo de hombres. Querían mostrarnos cómo la chiquilla apegada a su madre llegó a convertirse en la reina que cambió el rumbo de la Historia de nuestro país. Pero no lo tenían fácil, precisamente por sus luces y sus sombras. Además la época histórica era especialmente compleja de relatar por todos los frentes abiertos que mantuvieron y corrían el peligro de que a los espectadores de hoy en día les pudiera parecer aburrida, tediosa o incomprensible.

Lo cierto es que, a pesar de haber sido rodada, la serie “Isabel” se mantuvo guardada en un cajón, en la nevera, a la espera de no se sabía muy bien qué. Tanto tiempo pasó que los propios actores reivindicaron su trabajo y salieron a la palestra a pedir que su serie se emitiera. De hecho, aunque la serie estaba concebida para tener tres temporadas, y solo se había grabado una, se pensó hasta en destruir los decorados.

La serie empezó a emitirse algún tiempo después con el título: “Isabel. Los años jóvenes de una reina”. Su primera escena fue la muerte de Enrique IV y la coronación de Isabel como reina de Castilla, para luego hacer un flashback hasta la adolescencia de la protagonista. Esto hizo que los espectadores pensáramos que la serie iba a contar solo esa época de su vida. Pero nos equivocamos. En seguida, bien por seguir el plan previsto, bien por el éxito obtenido, se comienza a grabar la segunda temporada donde se narra la Guerra de Sucesión Castellana, la conquista de Granada y hace su aparición en escena Cristóbal Colón. Para entonces, el subtítulo de la serie había desaparecido. En la tercera veremos la gran aventura colombina y la fragilidad de los éxitos conseguidos, los matrimonios de sus hijos y la desgraciada suerte de su familia, para terminar en la locura de Juana y la muerte de Isabel.

Salón del trono en el Alcázar de Segovia.

La serie nos ha hecho ver que no conocíamos tanto la historia como pensábamos, que la realidad supera a la ficción y que ninguna ficción nos hubiese hecho creer que tales acontecimientos pudieran ser verosímiles.

Evidentemente no todo puede ser histórico, hay conversaciones de las que no podemos saber y detalles íntimos que no han llegado hasta nosotros. Los guionistas no han ocultado que alguna vez han tenido que recurrir a la fabulación para completar lagunas, para captar el interés del público y que se han tomado alguna que otra licencia.

Sorprende saber que dos de los momentos más románticos de la serie no tienen nada de ficticios. Histórico fue el hecho de que Fernando, para cruzar la frontera de Castilla y reunirse con su ya prometida, tuvo que disfrazarse de mozo de mulas y hacer parte del viaje como un sirviente. Igualmente histórico fue el momento en que Isabel, que aún no conocía el rostro de Fernando, lo buscaba con la mirada en mitad de una fiesta y Cárdenas le susurraba un “ese es, ese  es” que recogen las crónicas.

A pesar de que haya hechos que entonces se juzgaban normales y hoy serían considerados crueles, Isabel, en general, sale bastante bien parada. Tampoco se nos ha querido ocultar el carácter de Fernando que, no en vano, inspiró a Maquiavelo su famosa obra “El Príncipe”.

"Tanto Monta" lema de los Reyes Católicos que se encuentra en muchos edificios de nuestra geografía.
Esta foto pertenece a la Aljafería (Zaragoza).

Lee "Isabel: de la Historia a la televisión II"

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