En una entrada anterior he
comentado algunos comportamientos que he visto en los autobuses protagonizados,
presuntamente, por gente poco dada al uso del transporte público. Pero esta
reflexión, totalmente personal y discutible, me ha traído a la memoria las
muchas anécdotas que he vivido en los autobuses, tanto en mi época de
estudiante, cuando íbamos como sardinas en lata, como ahora que soy trabajadora
y seguimos yendo como sardinas en lata.
No es que la empresa de
transporte sea mala, espero que no piensen que es mi intención decir tal cosa,
es una empresa premiada en el ámbito nacional, pero lo referente a algunas
líneas es mejorable. En concreto, recuerdo como, acostumbrada a un uso normal
del autobús, tuve que adaptarme al “apretujamiento”, al “espachurramiento”
colectivo que vivíamos los estudiantes (y por lo que puedo apreciar, siguen
viviendo) cuando íbamos camino a la universidad. Horas punta, en las que todos
teníamos que esperar en interminables colas que llegara el autobús, días de
lluvia en los que llegaba hasta dos horas tarde a clase, regreso a las dos o
las tres de la tarde en parecidas circunstancias…
Recuerdo especialmente a
algunos conductores que, apiadándose de los pobres estudiantes, nos dejaban
picar el bonobús y entrar por la puerta de atrás, donde había menos
aglomeración. Recuerdo a aquel otro que tomaba todas las curvas con especial
cuidado y cuando alguien intentaba adelantarle gritaba: “¡Eh! ¡Qué llevo un
cargamento de universitarios!”. Recuerdo cuando alguien hacia un comentario y
otros le seguían la conversación, o cómo se ayudaba a un anciano despistado a
averiguar cuál era su parada sin que te hubiera preguntado.
Recuerdo a un
hombre de edad avanzada, aunque no muy mayor, que hacía comentarios “graciosos”
y chistes fáciles (siempre los mismos) y que al ver que no le seguíamos la
corriente se quejaba de que ya no se viajaba como antes, que antes todo el
mundo charlaba, todo el mundo era simpático, reía las gracias y seguía las
bromas, los hombres piropeaban y las mujeres tenían “mucho arte”. No sé por
qué, lejos de parecerme nostálgico y envidiable, me daba la impresión de que
pretendía que las chicas le habláramos como las andaluzas graciosas de las
películas de los años cincuenta.
Ahora voy al trabajo en
autobús. Sigo viendo a los jóvenes en las paradas mirando el reloj, con las
carpetas en las manos y la impaciencia en los ojos. Siguen los “cargamentos” de
universitarios. Pero ahora también hay “cargamentos” de trabajadores, porque
solo hay trabajo en la misma zona de la ciudad, inaccesible y sin aparcamiento
suficiente. La experiencia acumulada en mis años de estudiante me sirve,
principalmente, para saber cómo colocarme y aguantar como una sardina más en la
lata. Sigue habiendo el mismo problema a horas punta y días de lluvia. Seguimos
esperando colas interminables con la impaciencia en los ojos porque ahora no se
trata de perderse una clase, sino de llegar tarde al trabajo para cabreo del
jefe.
Cuando me toca ponerme junto a la puerta de entrada, sin posibilidad de
avanzar por la cantidad de gente, me entretengo escuchando la radio que lleva
el conductor, muy bajita, muy bajita, con noticias o con música. La mayoría de
la gente lleva su Mp3 o su móvil con whasapp y nadie mira a nadie. Ya nadie
sigue una conversación, ni se preocupa porque alguna persona se pregunte por
donde va o cuál es su parada. El conductor hace malabares para que entremos
todos, dejando salir a unos, dejando subir a otros, mientras murmura: “Esto es
como jugar al Tetris”. Solo los que no llevan la música demasiado alta en sus
auriculares, ríen la ocurrencia. Incluso los amigos que viajan juntos no
apartan la mirada de su conversación vía chat. Solo se oye la voz mecanizada
que de vez en cuando dice: “Por favor, pasen al fondo del autobús”. Y aquel
hombre que esperaba, hace unos años, que las andaluzas graciosas contestaran a
sus frases manidas, de vez en cuando prueba algún viejo chiste, pero al ver que
nadie lo escucha, guarda silencio sin quejarse.
1 comentarios:
La relación que haces de los hechos y las circunstancias muestra cómo cambian las cosas y al mismo tiempo siguen igual. Es "lo de siempre" con detalles tecnológicos incrustados.
Una entrada que da para meditar, MJ.
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